PEDAGOGÍA

"Educar, sin dejar de sentir los recuerdos,
enseñar, sin morder los anzuelos del pasado,
pensar, sin olvidar mis habilidades y capacidades,
y preparar el camino con ganas e ilusión"

"Enséñame a enseñar
y te enseñaré a educar"

"Perdona los errores
y disfruta los triunfos"

LINARES DE LA SIERRA (HUELVA)

LINARES DE LA SIERRA (HUELVA)

martes, 6 de marzo de 2012

QUINTILIANO

Marco Fabio Quintiliano nació en Calahorra, cerca de Logroño. Estudió en Roma, donde su padre ejerció como retor o abogado. Allí adquiere una cultura muy general y completa, al recibir lecciones de literatura. Más tarde, regresa a España, donde ejerce durante siete años, como profesor de elocuencia y abogado. Vuelve a Roma, tras el asesinato de Nerón, y se convierte en el mejor abogado y profesor de retórica, donde creó una escuela pública, que obtuvo un gran éxito, y le fue encomendada la educación de los hijos de las familias más importantes.

Tras todos esos años dedicados a la enseñanza, Quintiliano se retiró y se dispuso a componer un tratado de retórica, es decir, un manual para la instrucción de los jóvenes, “Institutio Oratoria”, obra compuesta entre el año 93 y el 96 d. C. (año de la muerte de Domiciano). 

En el libro VI de la obra, Quintiliano habla de un hecho importante en su vida, su matrimonio y el nacimiento de sus dos hijos, donde nos cuenta que su esposa murió cuando apenas había cumplido 19 años, y que años después, también murieron sus dos hijos, uno con cinco años y otro, con nueve. Tras esta obra, no se vuelven a tener noticias ciertas sobre Quintiliano, por lo que no es posible señalar la fecha exacta de su muerte, aunque se cree que ocurrió antes del año 100 d.C.

La “Institutio oratoria” de Quintiliano, es el manual de retórica más completo, resultado de veinte años de experiencia docente y de dos de recopilación y búsqueda de fuentes. La finalidad primordial de la obra es educar al "orador perfecto", entendiendo como tal, a una persona moralmente buena y con una amplia formación. El contenido del manual se articula en doce libros, cada uno de los cuales se divide a su vez en unidades menores (hasta un total de 115).

Por lo tanto, el texto pertenece al libro II, capítulo IX, donde Quintiliano ilustra la enseñanza de las primeras etapas de la escuela de retórica, la cuál goza hoy en día, de una indudable importancia en el ámbito de las ciencias humanas y pretende ir mucho más allá del aspecto analítico de los contenidos, por lo que es considerada como una construcción occidental, que surgió en Grecia, y fue difundida gracias a Roma. «La retórica no es, a mi juicio, simplemente un concepto útil que existe sólo en la mente de los hablantes, del público, de los escritores, de los críticos y de los profesores, sino que posee una esencia y una realidad que no ha sido percibida (...). La retórica es, por lo tanto, una forma de energía mental y emocional». Kennedy perfila su idea y acaba identificando a la retórica como una vertiente verbal o comunicativa del instinto de conservación, con el impulso innato de extraer el máximo beneficio posible de la comunicación con el entorno.

El estilo de Quintiliano es muy tradicional y sencillo, ya que utiliza el lenguaje de la época y escribe lo que piensa tal como lo piensa, sin utilizar metáforas ni ningún tipo de ironía. Los términos son de un nivel intelectual alto de la época, ya que a los alumnos se les llamaban discípulos, y a los docentes, maestros de retórica. No es un texto difícil de comprender y deja muy claro tantos sus pensamientos como la metodología escolar de la época. Se trata de un texto literario- histórico, ya que se centra en el ámbito educativo y relata las diferencias de las clases sociales en dicho ámbito, centrándose también en la idea de que lo biológico es el que decide a qué clase social y cuál función te pertenece.

En este texto, se alude a que cada persona debe ser educada dentro de sus características y limitaciones, siguiendo las pautas de su ingenio, por lo tanto el profesor debe conocer cuáles son las posibilidades y limitaciones de cada alumno, y enseñarles aquellos conocimientos que su naturaleza establece. Cada alumno (o discípulo, como aparece marcado en el texto por Quintiliano) tendrá adscrito un tipo de conocimientos, dependiendo del talento de cada uno, por lo que habrá casos en los que haya personas que gusten de un estilo, y otras de otro. Los alumnos no pueden elegir lo que serán en su ámbito social, están destinados a ser aquello que ha sido transmitido de generación en generación.

Si una persona es educada en alguna materia que no es la indicada por su ingenio y naturaleza, no logrará efectuar con efectividad la función de dichos conocimientos, es decir, si una persona está preparada para ejercer medicina, pero su naturaleza dicta que debe ser abogado, dicha persona no logrará ejercer la labor de médico, ya que esa no es su función en el mundo. Por ello, es por lo que Quintiliano indica que se debe indagar en la naturaleza de los talentos de las personas, para conocer qué estudios debe realizar, ya que todo lo que debemos de ser, lo dicta la razón natural.
En esta época, el maestro de retórica era el encargado de seleccionar a los alumnos, dentro de unas categorías u otras, y estos eran educados dentro de los principios de cada una de ellas, como por ejemplo, unos aprendían a escribir historias, poesías, relatos, etc., otros a todo lo que se correspondiera con la jurisprudencia, otros con la vida comercial, y otros en la campesina, entre otros casos.

A modo de esquema de las ideas principales del texto, señalaría las siguientes: en primer lugar, cada persona es educada siguiendo las pautas de su ingenio, mientras que queda en un segundo plano, la posibilidad de hacerlo, aunque su naturaleza indique otro tipo de conocimiento, es decir, que si una persona es instruida en un contenido que no sea el indicado por su naturaleza, no podrá desempeñar dicha función. Y aquí se refleja otra idea primordial sobre el texto, ya que Quintiliano defiende que cada persona desempeña una función determinada en el mundo, que es transmitida de generación en generación, por lo que si tu familia es campesina tú también debes serlo. Otra idea es que los docentes deben conocer cuáles son las capacidades de cada discípulo (o alumno), e instruirles dentro de esos valores. No importa que un discípulo quiera aprender un determinado tipo de conocimiento, ya que sino corresponde con su naturaleza o ingenio, no tendrá nada que hacer, ya que será siempre instruido en aquello que por naturaleza y herencia, debe realizar.

Quintiliano resuelve el planteamiento diciendo que deben acogerse a aquello que sólo pueden desempeñar, que por naturaleza está fijado para ellos; pero acepta la excepción de que si hay alguien que lucha más por lo que quiere, que por lo que por naturaleza debe ser, que se le ayude a conseguir aquello que desea; por lo quhe dicho discípulo debe ser instruido tanto en aquello que desea, como en lo indicado por su ingenio, y hacer que sea notablemente sobresaliente en uno de los dos contextos o incluso en ambos, según las posibilidades de cada uno.

En mi opinión creo que es muy importante que los docentes tengan conciencia de los límites y posibilidades de sus alumnos, pero pienso que cualquier persona puede formarse en aquello que desee, sin necesidad de que su naturaleza lo dicte o no, ya que actualmente, sólo se forman aquellos que lo desean. Si una persona lleva a cabo una acción, que no le sale por iniciativa propia, sino que la realiza por la influencia de su ambiente, pues esta no va a tener la misma motivación, que si estuviera haciendo algo, que en realidad le gustara realmente. Un ejemplo de ello, es lo que hoy en día se ve que está ocurriendo con la educación. Cada vez hay menos personas que quieran estudiar, y la gran mayoría de ellos acuden a las instituciones escolares por la influencia, que sobre ellos ejercen sus padres y familiares, y en algunos casos, hasta los amigos (aunque en menor medida). Pero estos al acudir a clases y no hacer nada por la falta de motivación que sienten hacia ello, pues se portan mal y son expedientados en numerosas ocasiones. Se convierten en los “problemáticos”, aunque muchos de ellos, rectifican y siguen adelante, emprendiendo un camino hacia la enseñanza.

Y en otros contextos, cuando una persona estudia una carrera porque no le ha dado su nota para otra (por ejemplo, la carrera de magisterio, que tiene fama de fácil, y todos acceden a ella por no tener complicación alguna), que termina la carrera, y se pone a trabajar. Nos encontramos a alguien que está ejerciendo como profesor, que no le gusta lo que hace, y por lo tanto que no motiva a sus alumnos, ya que él mismo no se encuentra contento por hacer lo que en ese momento está haciendo. Nos encontramos ante una situación en la que la persona realiza su función, pero no la reproduce de manera adecuada, ya que los niños no aprenden.

Quiero hacer especial hincapié en ello, ya que en mi vivencia personal, he encontrado a profesores y maestros que no sentían ningún afecto hacia su trabajo, y que eso por lo tanto, es un factor negativo hacia el alumnado. En vez de ayudar, perjudica. Pienso que es una medida estricta, ya que cada uno debe hacer aquello que desee hacer. Y supongo que en aquella época también pasaría este tipo de cosas. Sin embargo considero que el último matiz que Quintiliano da es especialmente importante, ya que dentro de la restricciones que tenían había personas que sí hacían aquello que por herencia se le imponían, al mismo tiempo que estudiaban aquello que les motivaba y les gustaba. Hacer de los más jóvenes personas importantes e instruidas en ambos ámbitos para así conseguir una evolución social positiva, siempre que estos lucharan por sus intereses.

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