PEDAGOGÍA

"Educar, sin dejar de sentir los recuerdos,
enseñar, sin morder los anzuelos del pasado,
pensar, sin olvidar mis habilidades y capacidades,
y preparar el camino con ganas e ilusión"

"Enséñame a enseñar
y te enseñaré a educar"

"Perdona los errores
y disfruta los triunfos"

LINARES DE LA SIERRA (HUELVA)

LINARES DE LA SIERRA (HUELVA)

martes, 6 de marzo de 2012

HISTORIA SIGLO XX

1.   Implicaciones educativas de las Teorías Socialistas.

El pensamiento socialista se ha ido configurando como consecuencia de la forma en la que se desarrolló la Revolución Industrial. Con ella, la clase obrera tomó conciencia y surgió el Movimiento Obrero; que se trata de un movimiento efectuado por los propios obreros para hacer valer sus derechos.
El socialismo se basa en dos ideas fundamentales: “el ser humano es un ser social” y “la colectividad prima sobre lo individual”.

El pensamiento pedagógico socialista se basa en el pensamiento desarrollado por Platón, por las utopías del Renacimiento, de la Ilustración, y por Marx y Engels; y está constituido por tres ramas socialistas: el Socialismo Utópico, el Marxismo y el Anarquismo.

El Socialismo Utópico, en primer lugar, se centra en el ámbito social del individuo. Sus principales representantes son Owen y Fourier, y ambos pretenden cambiar las estructuras sociales a través de la educación. Diseña nuevos modos de organización social o industrialización y política liberal burguesa, que parten de un profundo análisis de la realidad.

Los socialistas utópicos dibujaban comunidades igualitarias y autosuficientes, que no dependen de nadie para subsistir, sin clasismos ni propiedad privada, que abogan por una institución universal, completa y gratuita.

Robert Owen afirma que el ser humano es fruto de circunstancias externas, y por ello, si estas circunstancias cambian, el ser humano también lo hace. Si se mejoraran las circunstancias externas, el ser humano también mejoraría.
Las circunstancias más negativas son las laborales, y por ello se crean fábricas modelos, donde hay escuelas que combinan la enseñanza con trabajo productivo, dando lugar a la formación profesional.

Mientras tanto, Fourier se centra en la comunidad, dejando atrás al individuo, con la creación de Falansterios, que son comunidades sociales inspiradas en el naturalismo de Rousseau.

En segundo lugar, el Marxismo se centra en lo social más que en lo individual, por lo que es antirousseauniano. Además se conoce por ser una dialéctica del desarrollo histórico, es decir, por denominarse como un Socialismo Científico.

Pretende formar al hombre nuevo en una sociedad nueva, ya que es favorable para participar en cualquier trabajo, y convertir así al hombre en un ser humano creativo; y para ello defiende la idea de una educación pública, única, gratuita, laica y mixta. Además de una educación politécnica, que se caracteriza por la unión de trabajo productivo y educación.

Para el Marxismo, “el trabajo no debe de ser una carga, sino un placer”, ya que utilizan el trabajo como medio de formación integral.

En 1918, se crea la Escuela Única del Trabajo, en Rusia. Fue la primera escuela marxista y esta compartía bastantes ideas con el movimiento de las Escuelas Nuevas. Esta escuela era partidaria del uso de métodos activos, que pretendían equilibrar la formación integral con la manual (la enseñanza + el trabajo productivo).

BLOSNKIJ fue el encargado de esta escuela y desarrolló tres niveles de enseñanza distintos, que son: la guardería, la escuela elemental, y la escuela de trabajo para adolescentes.

La Guardería es obligatoria para los niños de tres a siete años, que son educados para el trabajo, a través de los juegos, que representan las tareas de los adultos, de las imitaciones, y de la observación. Blosnkij llama a estas actividades OCUPACIONES.

A la Escuela Elemental de Trabajo deben acudir los niños de ocho a trece años, y también es obligatoria. Aprenden actividades domésticas, trabajan en el campo o en talleres, y viven en una sociedad sin clases. Mientras que en la Escuela de Trabajo para Adolescentes, a la que deben acudir aquellos jóvenes de entre catorce y dieciocho años, de manera obligatoria, aprenden a manejar herramientas y máquinas, a parte de sus principios técnicos y científicos; además de cómo funcionan cada uno de los procesos industriales, y de estudiar otras materias como historia Social y Filosofía.

Uno de sus representantes más importante es Makarenko, quien se centró en la Pedagogía Comunista. Defiende una enseñanza autoritaria, colectiva y unitaria, y pone en práctica sus principios en una comuna para niños delincuentes, la COLONIA GORKI, donde se da educación para el trabajo y para sus relaciones con los demás.

Makarenko buscaba en el trabajo, su utilidad u necesidad social, y defendía que el trabajo no debe de estar ligado a la educación.


Y por último, el Anarquismo, que se trata de un movimiento que se opone a cualquier manipulación, y que defiende la educación integral, científica, general y obligatoria.

Tener conciencia de rebelión y una actitud frente a algo, es la base de este movimiento, y se debe de tener en cuenta sus tres dimensiones: tener una actitud crítica contra la sociedad, como he mencionado anteriormente; un modo de ser o estilo de vida; y un sistema ideológico y filosófico.

Ninguno de los diferentes grupos, anarquistas, racionalista, utópico o idealistas, anarco-comunistas, individualistas, pacifistas, o contracultural; diseñó una pedagogía sobre la escuela, pero sí repercutieron en la sociedad educativa.

Se opone a la escuela con falsa autoridad, ya que esta abusa de los poderes otorgados, y se reproducen esquemas jerárquicos. Además está en contra de la transmisión rutinaria de valores vacíos, y rechaza un magisterio manipulador, un alumnado conformista y un currículum estandarizado, ya que se trata de escuelas que se limitan a reproducir.

Por lo tanto, el Anarquismo defiende una escuela abierta, racionalista y revolucionaria, que opte por una educación integral, racional, mixta y libertaria, para así conseguir la formación de hombres libres, que aman y respetan la libertad de los demás y la verdad.


2.  María Montessori. La Pedagogía de la Responsabilidad y de la Autoformación.

María Montessori (Agosto 1870/ 1952) fue una importante educadora, científica, médica, psiquiatra, filósofa, psicóloga, católica, feminista y humanista italiana.

La metodología Montessori consiste en un método filosófico de la educación, que se basa en las experiencias propias de los niños en riesgo social. Basó sus ideas en el respeto hacia los niños y en sus capacidades para aprender. Dándoles la oportunidad de utilizar la libertad a partir de los primeros años de desarrollo, el niño llegaría a ser un adulto con capacidades para afrontar los problemas que se les presente.

El material didáctico que la autora diseñó, ha sido de gran ayuda para la formación preescolar, tanto a principios del siglo XX como  actualmente, ya que se siguen utilizando en la educación infantil.

María Montessori se interesó por la educación de niños con deficiencias mentales, y aplicó métodos experimentales en sus enseñanzas, consiguiendo así que los niños aprendieran a leer y a escribir. Sus métodos fueron aplicados después a toda clase de niños, y con ellos, la enseñanza mejoraba. Llegó a la conclusión de que “los niños se construyen así mismos a partir de elementos del ambiente, del exterior”.

Fundó La Casa de los Niños, y desarrolló su método de enseñanza con la idea de que los niños son sus propios maestros y de que para aprender necesitan libertad. Comenzó sus experimentos psicopedagógicos con niños retrasados, con la intención de observar sus anomalías, y diagnosticarlas, para que puedan recuperarse de su atraso. Efectuó una serie de principios, que son: el principio del progreso sensorial, de la actividad libre del educando y el principio de individualidad.

En el principio del progreso sensorial, la vida psíquica o mental del educando comienza por la experiencia sensorial, que da lugar al pensamiento abstracto y sintético. De lo simple a lo complejo, de afuera hacia adentro, del mundo exterior a la interioridad del niño.
Con el principio de la actividad libre del educando, el educador permite que el niño haga cosas, que se mueva en orden a las cosas del mundo que le interesan: actividad, intereses, libertad.

Y por último, el principio de individualidad, que se centra en el individuo, en cada uno de los alumnos. La maestra teniendo en cuenta la individualidad de cada uno de los alumnos, debe poner los medios ambientales necesarios para que el niño vaya forjando y desarrollándose.

La mente de los niños posee una gran capacidad para adquirir conocimientos de manera inconsciente, aunque poco a poco pasa del inconsciente a la conciencia. A los niños se les comparan con una esponja, ya que lo absorben todo. Sin embargo, la esponja tiene una capacidad limitada, y el niño no, tienen una capacidad ilimitada e infinita; esa es la diferencia; y por ello, “el saber entra en su cabeza por el simple hecho de vivir”.

El primer período de desarrollo humano comprende en la infancia y es el más importante, ya que es la etapa en la que existe una mayor necesidad de recibir ayuda. El niño está lleno de creatividad y es una naturaleza tan frágil que requiere de una defensa amorosa e inteligente, para no ser herido y sentirse desprotegido.

Para Montessori, los períodos sensibles son períodos en los cuales los niños adquieren una habilidad con gran facilidad. Se trata de sensibilidades especiales que permiten a los niños pobres estar relacionados con el mundo exterior de un modo intenso. En cuanto al Ambiente Preparado, consiste en el ambiente que se ha organizado cuidadosamente para el niño, diseñado para fomentar su autoaprendizaje y su crecimiento. Se desarrollan aspectos sociales, emocionales e intelectuales, y responden a la necesidad de orden y de seguridad.

El Ambiente Preparado, por lo tanto, permite al alumno aprender y desarrollarse sin la supervisión constante de un adulto. Estos ambientes se caracterizan por  su simplicidad, por su belleza y por su orden; que son espacios luminosos y cálidos, y están organizados en áreas de trabajo, equipados con mesas adaptadas al tamaño de los niños; y con áreas abiertas para el trabajo.

El rol del educador es guiar al niño y darle a conocer el ambiente de forma respetuosa y cariñosa. El adulto debe ser un observador consciente y estar en un continuo proceso de aprendizaje y de desarrollo personal. Por lo tanto, el verdadero educador está al servicio del educando, y debe cultivar la humanidad de los niños, para caminar junto a ellos, aprender y formar una comunidad.

María Montessori defiende que el nivel y el tipo de inteligencia del alumnado se conforman durante los primeros años de vida. A los cinco años, el cerebro alcanza el 80% de su tamaño adulto, y estos niños poseen una gran plasticidad.

Los niños deben aprender a través de sus propios razonamientos. Se les debe motivar a los niños para que aprendan con gusto, y permitirles satisfacer así sus curiosidades, para que experimenten además el placer de descubrir ideas propias, en vez de recibir conocimientos por parte de los demás. El niño debe encontrar la solución a los problemas y construir los conocimientos en base a sus experiencias, aunque si es necesario y requerido, los adultos tendrán que ayudarles en algunas situaciones.

"Nunca hay que dejar que el niño se arriesgue a fracasar hasta que tenga una oportunidad razonable de triunfar".

Se debe de dar, por lo tanto, a cada individuo la oportunidad de satisfacer sus potencialidades, para que sea un ser humano independiente, seguro y equilibrado. Y aceptar que cada niño es libre de marcar su propia velocidad para aprender, ya que esos tiempos deben ser respetados.

En cuanto al material didáctico utilizado, capta la curiosidad del niño y lo guía con el deseo de aprender. Para Montessori esa era la meta y lo consiguió agrupando a los niños en grupos, teniendo en cuenta sus necesidades innatas.

Desarrolló actividades como narración de cuentos, conversaciones, discusiones, esfuerzos de trabajo cooperativo, canto, juegos al aire libre y actividades lúdicas libres, y con ellas, se aseguraba la comunicación de los niños, el intercambio de ideas, y el aprendizaje de la cultura, de la ética y de la moral. Cada uno de estos materiales posee influencia de los cuatro valores que deben de caracterizarlos, que son: valor funcional, experimental, de estructuración y de relación.

Montessori, por lo tanto, desarrolla un procero autocorrectivo, ya que el niño debe de darse cuenta de que está realizando mal la tarea, cuando sea el caso, y nadie debe de decirlo, ya que el niño debe de aprender a realizar las cosas por sí mismo.

Los materiales didácticos sensoriales están agrupados por casa sentido que poseemos los humanos. Por ello, el gusto y el olfato tienen actividades que están construidas por productos culinarios y por totes con sustancias olorosas. Las plantas y los perfumes proporcionan el aprendizaje de la gama de colores. El material de Montessori, tiene en cuenta también el sentido del tacto, y por ello, utiliza tablillas y rugosidades en todos sus recursos materiales. El sentido térmico es desarrollado con la presencia de botellas de agua de diferentes temperaturas. La percepción de las diferentes dimensiones, colores, volúmenes y formas, fomentan el desarrollo de la vista en el niño. Y por último, el sentido del sonido es desarrollado a través de cajas metálicas, campanillas, silbatos y xilófonos.

Los maestros y maestras enseñan al alumnado de manera individual, y no imponen lecciones, ya que su labor es guiar y ayudar a cada alumno según sus necesidades; y no podrán intervenir hasta que los alumnos lo requieren, para dirigir su actividad psíquica.

La maestra, denominada por Montessori como directora, deberá estar preparada internamente o espiritualmente, y externamente o metodológicamente, y tendrá que organizar el ambiente para ayudar a los niños a desarrollar una mente bien estructurada, de manera indirecta.

Los niños tienen muchas posibilidades a lo largo de sus vidas, y es el director o directora la encargada de mostrarles el camino que permita sus desarrollos; y de transmitirles el sentimiento de que ellos son capaces de aprender y de actuar sin depender constantemente del adulto; con el fin de hacer que los niños se vuelvan curiosos y creativos, y aprendan a pensar por sí mismos.

El contenido de la propuesta de María Montessori tiene muchas semejanzas con el contenido del currículum actualmente vigente. Sin embargo, la diferencia fundamental entre ambos es que Montessori defiende la idea de que no se le debe decir al niño lo que tiene que hacer ni se le ordena nada (cosa que el currículum sí defiende), sino que se le enseña cómo pueden hacer las cosas por sí solos.

Actualmente, no se emplean los métodos de Montessori en las escuelas, pero sí existen colegios que han adoptado el nombre de Montessori, y donde se utilizan sus juegos y utensilios, como son el caso del “International Montessori” en Madrid, y el “Colegio Montessori” en Zaragoza.


3. Evolución de la Educación en España durante el Franquismo.

Durante el Franquismo, en España se desarrollan tres fases que resumen la evolución de la educación. Estas fases son:

               I.     El Franquismo de Orientación Totalitaria y la Educación (1939- 1945)
             II.     El Franquismo, Nacionalcatolicismo y Educación (1945- 1959)
           III.     Dictadura Tecnocrática y Educación (1959- 1975)

En la primera fase de la evolución educativa, podemos observar los inicios de un pensamiento fascista en España. La política se tomaba como una actividad sometida a unos fines, y la comunidad política era un rebaño, ya que el político es el pastor que lo custodia y lo dirige. Esta idea muestra una política que está dotada de un sentido y sujeta a determinadas directrices.


La educación no es ajena a los procesos de orientación política de los Estados, ya que se ha convertido en una institución pública que afecta a los fines de la sociedad y del Estado.

El Franquismo no dejó de ser nunca un régimen de poder personal, es decir, una dictadura. Sin embargo, dentro de esa constante, y precisamente para sobrevivir como régimen político cambió en varias ocasiones su orientación política, que tuvo repercusión en la política educativa de inmediato.

La orientación política y la influencia de los fascismos europeos hicieron mella en el Franquismo español, y se convirtieron en la base de sus fascismos.

En 1937, Azaña negó la existencia de un régimen fascista en España: “si triunfara un movimiento de fuerza contra la República, recaeríamos en una dictadura militar y eclesiástica de tipo español tradicional”.

Dese 1949 hasta 1945, el Franquismo fue un régimen fascistizado. Fue una dictadura que imitó el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán. En España, la Iglesia jugó un importante papel en los inicios de la dictadura fascista española. Durante este período, el Estado sigue una orientación totalitaria, que aspira a hacer que el Estado sea el eje de toda la vida nacional.

Las características más importantes del fascismo son: antiparlamentarismo, antiliberalismo, partido único, concentración de todos los poderes en el líder político, control absoluto de los medios de comunicación, glorificación carismática del jefe, exaltación nacionalista, etc. el nuevo régimen político supo construir un armazón ideológico, que pudo dar firmeza y solidez al nuevo Estado. Uno de sus fines fue la formación del hombre nuevo, y la formación religiosa, que provocó una nueva pedagogía absolutamente excluyente y unidimensional, presidida por los valores de autoridad, jerarquía, orden, disciplina, aristocracia, etc. La transmisión de valores religiosos pertenece a la cultura integrista del catolicismo tradicional (cultura fundamentalista).

La Contrarreforma y las Leyes de Educación aparecen tras la rebelión de los militares contra la II República, dando lugar a una depuración ideológica de la enseñanza.

Fernando VII pretendió restaurar el absolutismo tras el Trienio Constitucional de 1820- 1823, abortado por el golpe de fuerza que supuso la intervención militar extranjera. La depuración docente sucedió en el magisterio de enseñanza primaria, de bachillerato, de grado medio, de universidad y de escuelas técnicas superiores. Todos basados en ideologías e instituciones disolventes por una clara alusión a la Instrucción Libre de Enseñanza.

Los maestros que habían colaborado activamente con la política educativa republicana, fueron objeto de persecución, de la que no se libraron ni siquiera los alumnos que habiendo estudiado en las Escuelas Normales, quisieron seguir su carrera una vez finalizada la guerra; ya que estuvieron educándose dentro de las ideas liberales, disolventes, antipatrióticas y ateas, contrarias al fascismo.

La primera ley emprendida por el Franquismo fue la Ley del 20 de Septiembre de 1938, que reformaba la segunda enseñanza. Se trataba de una reforma ambiciosa que abarcaba la totalidad del sistema educativo, y que se iniciaba en la enseñanza secundaria, ya que se veía en ella el vivero de las nuevas clases directoras y de la minoría, que habría de producir la transformación de España.

En 1943, se instaura la Nueva Ley Universitaria de predominio falangista y establece la sindicación obligatoria de los alumnos en el Sindicato Español Universitario (SEU), un sindicato único de disciplina falangista. La Iglesia española recupera la posición que ocupaba antes en 1931, especialmente en el ámbito de la educación, viviendo plenamente satisfechas todas sus pretensiones por muy ambiciosas que estas hubieran podido ser.

En cuanto a la segunda fase, el Franquismo hace frente a esta situación con medidas de desfascistización de carácter simbólico, encarnadas en la abolición del saludo romano y en las nuevas leyes del período, de las que la Ley de 1945 sobre la enseñanza primaria, es sin duda, un paradigma que pone énfasis en el componente católico del régimen.

El nacionalsindicalismo cede la preferencia al nacionalcatolicismo, inaugurándose una nueva orientación política encaminada al olvido de ciertos fines políticos y a la asunción de otros.

El principio de subsidiariedad tan requerido por la Iglesia jerárquica, que va a convertirse en una nueva política educativa, y se establece en la ley de 17 de julio de 1945 sobre educación primeria. La educación va a ser considerada durante muchos años como una función del individuo, de la familia, de los grupos sociales, de la Iglesia, y en el último lugar, del Estado. El principio de subsidiariedad significaba de facto la afirmación casi exclusiva de la competencia de la Iglesia.

El período 1952- 1956 ha sido considerado la primera apertura del régimen, obra de Joaquín Ruíz Giménez, ministro de Educación nacional durante esos años. No debe entenderse con ello, que se tratara de desplazar, de dejar a un lado, el viejo nacionalcatolicismo, sino de temperarlo y modernizarlo, o en otras palabras, de buscar una síntesis entre lo que Ruiz Giménez consideraba los mejores ideales del movimiento, procedentes en parte de la llamada “falange liberal” y un catolicismo más abierto. La política tiende a hacerse más flexible y más realista que mitiga el nacionalismo, y se introducen criterios pedagógicos y técnicos más modernos; se rebaja el rígido autoritarismo de la Ley Universitaria de 1943, y se atiende a la enseñanza secundaria y a la formación profesional.

La Ley de Ordenación de enseñanza Media de 1953 dividió el bachillerato tradicional (el de 1938) de siete cursos, en dos. Uno era el Bachillerato Elemental, de cuatro años de duración, y el otro, el Bachillerato Superior, de tres años; seguido éste de un curso preparatorio, que facilitará el acceso a la enseñanza universitaria. A este curso, se le denomina Curso Preuniversitario. Con esta ley se estableció la generalización escolar del Bachillerato Elemental, y por tanto, de la enseñanza hasta los catorce años.

En 1949 se creó el Bachillerato Laboral, como salida para una parte de la población escolar, con modalidades agrícolas y ganaderas, industriales, mineras, marítimas, etc. y además las llamadas “profesiones femeninas”. Sin embargo, no llegó a durar demasiado tiempo como institución de formación.
Las elevadas cifras de matrículas y la industrialización dieron lugar a la aparición de la Ley del 20 de julio de 1955, destinada a la Formación Profesional Industrial.

Sin embargo, en España sigue existiendo una etapa de estancamiento de la enseñanza pública. Como consecuencia del triunfo del principio de subsidiariedad y consiguiente inhibición del Estado, apenas se crearon durante el período de 1939 y 1951 escuelas públicas en la enseñanza primaria; debiendo esperar a 1953 para que, con la Ley de Construcciones Escolares, obra del ministro Ruíz Giménez, se reanimara la acción del Estado, y surgiera poco tiempo después, en 1956, el primer Plan Quincenal de Escuelas Públicas.

En 1956, diecisiete años después de la victoria militar del Franquismo, se necesitaban miles de escuelas para poder escolarizar a toda la población infantil, ya que eran millones los niños que no tenían la oportunidad de poder educarse, por falta de espacio en las aulas.

Y por último, en la última fase de la dictadura franquista, aparecen los tecnócratas. A partir de 1956, la política entró en crisis y se produce un giro hacia la economía más libre en 1957, y no es hasta 1959 cuando se produce el cambio de gobierno. En este año, además termina el período franquista y comienza un nuevo período donde predominan los aspectos técnicos y económicos sobre los políticos; aunque permanecerá la concreción de todos los poderes sobre la figura de Franco, como generalísimo. Se facilitó entonces la adaptación, consolidación y continuación del franquismo como régimen político.




El Plan de Estatalización de la Economía Española vive un período de desarrollo económico que simboliza la modernización de las viejas y arcaicas estructuras económicas. El proceso es dirigido por un grupo de técnicos, ligados a una organización religiosa de tipo secular, llamada Opus Dei, que aluden a hacer política, y que confían en valores como la eficiencia, la productividad, la libre empresa, el crecimiento económico, el traslado al área pública de las técnicas de las empresas privadas, etc. Por todo ello, llegó la hora de la tecnocracia, que consistía en el gobierno del Estado por parte de los técnicos.

El antiguo enfrentamiento entre los conservadores tradicionales y los falangistas, surge al intentar estos últimos institucionalizar el régimen de acuerdo con su doctrina, y relegando al olvido los símbolos, modos e instituciones fascistizadas del pasado. No pretendían una reforma radical del Franquismo, sino buscar una nueva legetimización del régimen, sin alterar por ello sus constantes esenciales, que son la concentración del poder y el autoritarismo político.

La aparición de una nueva clase obrera comenzó a organizarse y a ponerse en contra de sus jefes, provocando huelgas, con las que proclamaban sus derechos, e intentaban acabar con las injusticias cometidas en los puestos laborales de la época.

La repercusión del Concilio Vaticano II en los jóvenes sacerdotes y en la misma jerarquía eclesiástica, supuso la superación del viejo catolicismo integrista y tradicional, apareciendo otras formas de vida religiosa que terminaron predominando sobre el anacrónico nacionalcatolicismo. Y así comenzó a surgir un nuevo fenómeno, que consistía en la agitación política de los centros universitarios.

Lora Tamayo moderniza la enseñanza primaria con la Ley del 29 de Abril de 1964, en la que amplía la escolaridad obligatoria hasta los catorce años; tratando de suministrar un potente desarrollo industrial, una mano de obra  que esté dotada de una mayor preparación cultural.

La Ley del 21 de Diciembre de 1965 se completó con la reforma de la enseñanza primaria, cuya innovación fundamental fue la elevación del nivel de exigencia académica para el ingreso de los estudios de magisterio. El decreto republicano del 29 de septiembre de 1931, exigía el título de bachiller para ingresar en las escuelas normales y arrojaba al olvido el principio de subsidiariedad de la Ley de 1945, al proclamar no sólo el derecho a recibir educación primaria, desde los seis años a los catorce años, sino sobre todo al establecer que el Estado creará y mantendrá el número suficiente de puestos escolares, restableciendo así en una norma con rango de ley, el deber y la beligerancia del Estado en el problema de la educación pública.

Desde 1857 hasta 1970, año en que se promulgó la Ley General de Educación de Villar Palasí, hubo en España múltiples de reformas, diversas leyes sectoriales de educación, y otras reformas profundas; dos reformas que afectarán a las estructuras capitalistas de la educación y que fueron consagradas por las leyes que abren y cierran este período centenario; la Ley de Moyano y la Ley de Villar. El objetivo primordial era la reforma universitaria, ya que los demás niveles educativos no necesitan tan urgentemente de su atención.

La reforma de 1970 tuvo como uno de sus mejores logros, la implantación de una formación común de ocho años de duración, la Educación General Básica, abierta a toda la población escolar. Con esta educación básica, terminaba una injusticia y secular distribución de los saberes, que condenaban a la mayoría de los niños españoles a una educación primaria pobre y desconectada del sistema, mientras que una pequeña minoría se beneficiaba de una educación secundaria y universitaria favorable.

En cambio, la reforma del bachillerato, unificado y polivalente, fue un fracaso censurado por todo el mundo de la educación. No cosechó tampoco grandes éxitos de la formación profesional, a pesar de la innovadora concepción que supuso considerar sus diferentes grados, no como estudios académicos, sino como la culminación profesional de los niveles educativos correspondientes, debido sobre todo al falseamiento posterior de este planteamiento a la hora de ejecutar la reforma, que academizó buena parte de la formación profesional. Aunque al final tampoco fue acertada la reforma de la enseñanza universitaria, ya que se quiso resolver el problema político con soluciones técnicas.

El Franquismo no podía resolver las graves contradicciones que habían surgido en España, en los años setenta, y que brotaron con fuerza en la primera mitad de la década.

"España era un estado católico donde la Iglesia condenaba el régimen; un estado que prohibía las huelgas y donde éstas se producían por miles; un estado antiliberal que buscaba alguna forma de legitimidad democrática; un estado cuya ideología, según Fernández Miranda, era un socialismo nacional integrador, y que había transformado España en una sociedad capitalista. Las contradicciones eran evidentes"


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